6.8.05

Explicación Parte 6 GOSHO: “LA APERTURA DE LOS OJOS”

Disertación de estudio del presidente Ikeda
CONFERENCIAS SOBRE “LA APERTURA DE LOS OJOS”
(Traducción del original en japonés publicado en la edición de octubre de 2004 del Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai.)


El juramento enfocado en la iluminación de las personas es el profundo poder interior que nos permite superar todos los obstáculos

Yo, Nichiren, soy la única persona en todo el Japón que lo comprende [que las demás escuelas budistas predican enseñanzas contrarias a la Ley y hacen que el pueblo caiga en los malos caminos de la existencia]. Pero si digo una sola palabra al respecto, con toda seguridad seré censurado por mis padres, hermanos y maestros, y el gobernante del país tomará medidas en contra de mí. Por otro lado, sé muy bien que, si no digo lo que debo, estaré actuando con falta de benevolencia. He ponderado qué rumbo tomar, en vista de lo que enseñan el Sutra del loto y el Sutra del nirvana. Si callo, tal vez esquive la persecución en esta existencia, pero en mi próxima vida sin falta caeré en el infierno del sufrimiento incesante. Si hablo, tengo plena conciencia de que me espera la lucha contra los tres obstáculos y los cuatro demonios. Pero, de los dos caminos, seguramente habré de escoger el último.
Sin embargo, si ante la persecución del soberano mi determinación llegara a flaquear, lo mejor sería que directamente no hablara. Mientras pensaba en esta cuestión, recordé las enseñanzas del capítulo “La Torre de los Tesoros” sobre los seis actos difíciles y los nueve actos fáciles. Las personas como yo, de escasa fortaleza, igual podrían levantar el monte Sumeru y arrojarlo por el aire; las personas como yo, de nulos poderes sobrenaturales, igual podrían cargar un fardo de paja a las espaldas y no quemarse, en medio del fuego que estallará a fines del kalpa de la declinación; las personas como yo, carentes de sabiduría, igual podrían leer y memorizar tantos sutras como arenas hay en el Ganges. Pero estos actos no son arduos, nos dice el sutra, cuando se los compara con la dificultad de creer en una sola frase o estrofa del Sutra del loto, durante el Último Día de la Ley. Así y todo, juré mantener el deseo potente e inquebrantable de salvar a todos los seres, sin jamás flaquear en mis esfuerzos.
[1]

Conferencia

Lo que forja y fortalece a los seres humanos, y construye una rica personalidad, es la fuerza del espíritu. Una sólida filosofía y un firme compromiso dan lugar a las cualidades que distinguen a las personas sobresalientes. La apertura de los ojos es un tratado que contiene la filosofía más profunda y el más firme compromiso.
Digo que contiene la “filosofía más profunda”, porque establece la grandiosa enseñanza sobre el logro de la Budeidad por parte de las personas comunes; esta doctrina corporifica el supremo amor compasivo, porque abre el camino hacia la salvación de toda la humanidad. Nichiren Daishonin reconoció la existencia de la Ley mística eterna en la vida aparentemente transitoria de los seres humanos, y estableció una vía para que cada persona tome contacto con la fuerza de dicha Ley. Es aquí donde encontramos la filosofía más profunda, capaz de brindar valor y esperanza a toda la gente.
Cuando hablo del “más firme compromiso”, me refiero al poderoso compromiso del kosen-rufu, que nos permite jurar que propagaremos esta enseñanza sublime, para liberar a la humanidad del sufrimiento, aun cuando surjan los peores obstáculos o funciones destructivas. No hace falta decir que, atrás de este compromiso, palpita la dedicación altruista a la Ley y la inmensa benevolencia de empatizar con los sufrimientos del pueblo y atesorar su infinito potencial.
En La apertura de los ojos, Nichiren Daishonin primero revela que la doctrina de los “tres mil aspectos contenidos en cada instante de la vida”, oculta en lo profundo del sutra, es la enseñanza que deberá ser propagada en el Último Día de la Ley, para que toda la humanidad pueda manifestar la iluminación. Ya hemos analizado este punto en detalle.
A continuación, el Daishonin identifica al verdadero devoto del Sutra del loto, que difundirá esta gran enseñanza. En otras palabras, después de revelar la “Ley” fundamental para el logro de la Budeidad, se centra en la “persona” que propagará dicha Ley.
Donde comienza esta parte del escrito, el Daishonin expone el juramento que hizo cuando decidió establecer su enseñanza: ponerse de pie por propia decisión y difundir la Ley mística en el Último Día de la Ley. Esto nos dice qué importante y qué profundo es hacer un juramento personal o un compromiso de vida, cuando uno decide asumir el desafío de propagar la Ley en esta época.

Las acciones contra la Ley derivan de la oscuridad fundamental, que niega el potencial humano de la Budeidad

El Daishonin explica así cuán difícil resulta construir el kosen-rufu en esta última época:

El Buda predijo en el Sutra del nirvana que, en el Último Día de la Ley, los que respeten la enseñanza correcta serán tan pocos como las partículas de tierra que caben sobre una uña, mientras que aquellos que actúen contra ella serán tan numerosos como el polvo de todas las tierras de las diez direcciones.
Según un fragmento del Sutra de la declinación de la Ley, los que actúen contra la enseñanza correcta serán numerosos como las arenas del Ganges, pero aquellos que la respeten serán apenas uno o dos guijarros. Aunque pasen quinientos o mil años, será difícil hallar una sola persona que crea en la enseñanza correcta. Los que caigan en los malos caminos a causa de delitos seculares serán, numéricamente, insignificantes como las partículas de polvo que caben en una uña, pero aquellos que caigan en los malos caminos por infringir la Ley budista serán como las partículas de polvo que componen las tierras de las diez direcciones. Y los que caigan en los malos caminos serán monjes, más que hombres laicos, y monjas, más que mujeres laicas.
[2]

El Último Día de la Ley es descrito como un período impuro, en el cual merma la capacidad de los hombres para comprender el budismo, y en que los monjes y monjas de las diversas escuelas budistas muestran una decadencia cada vez mayor. Aunque estas circunstancias, obviamente, son un factor importante, no es posible comprender plenamente por qué la propagación en el Último Día es mucho más difícil que en los días Primero o Medio,
[3] sin abordar el tema de las acciones contra la Ley.
Las “acciones contra la Ley” significan denigrar la enseñanza correcta, y derivan de la incredulidad o duda en dicha enseñanza. “Enseñanza correcta” se refiere al Sutra del loto, que expone la iluminación de todas las personas. Este sutra nos enseña que cada uno de nosotros puede manifestar la Budeidad. Pero esto es difícil de aceptar para muchas personas, porque tienden a pensar que un buda es un ser trascendente, del otro mundo, separado o distinto de los simples mortales. Bajo la influencia de esta noción autoritaria y de larga data, que imperó en la fe budista y en la religión, la gente no puede creer en el Sutra del loto y en su enseñanza de iluminación universal.
A la gente también le cuesta creer en su Budeidad potencial, en función de su propia experiencia real de vida. Cuando uno está pasando por una situación crítica, no atina a concebir que alguien con semejante nivel de sufrimiento pueda llegar a ser un buda.
Sin embargo, siguiendo este razonamiento, cuando las cosas marchan a pedir de boca, la gente tiende a pensar “Para qué buscar la iluminación o lograr la Budeidad, si ya soy feliz…”.
De una forma u otra, es poco común que una persona abrace la fe en la enseñanza correcta.
En consecuencia, como la idea de la iluminación universal resulta tan difícil de creer, muchos se inclinan hacia religiones de corte autoritario, que promueven la idea de un dios o un buda trascendental o divino, o imponen la institución sacerdotal como un intermediario imprescindible entre las personas y los seres supremos.
Cuando un practicante del Sutra del loto, dispuesto a esforzarse para que todas las personas expresen este estado de iluminación, aparece en una sociedad donde predominan tales ideas religiosas, muchos se aferran rígidamente a sus creencias anteriores y reaccionan con hostilidad, persiguiendo a la persona que, con justeza, está practicando una enseñanza correcta.
Por ejemplo, el capítulo “Aliento a la devoción” (13o) del Sutra del loto describe la forma en que los tres enemigos poderosos hostigan a los practicantes del sutra y dicen, con sarcástico desdén: “¡Claro que sí, son todos budas!”.
[4] Esto muestra que tales persecuciones derivan de la incapacidad de creer y en las acciones contra la enseñanza correcta que sostiene la iluminación de todos los seres humanos.
Las enseñanzas del Hinayana y del Mahayana provisional muestran a un Shakyamuni sobrehumano, dueño de un estado de vida que los hombres no podemos alcanzar, o bien hablan sólo de budas trascendentales, alejados del mundo de las personas comunes, como Amida o Mahavairochana (en japonés, Dainichi).
[5] Las escuelas budistas basadas en tales enseñanzas surgieron durante los días Primero y Medio de la Ley, y cuanto más se orientaron a budas sobrehumanos, más autoritarias llegaron a ser con el paso del tiempo.
En el Último Día de la Ley, la gente no llega a comprender el verdadero sentido del Sutra del loto e insiste aun más rígidamente en que la religión autoritaria es la correcta; la actitud religiosa que prevalece es sumisión dependiente al poder benéfico de los dioses o budas trascendentales. Por eso, el apego de los seres humanos a la fe en enseñanzas budistas preexistentes se acendra más aún, y las ideas equivocadas cunden sin freno, como lo evidencian estas palabras del Daishonin: “Los que exponen el Hinayana rechazan al Mahayana, y los qu.e transmiten enseñanzas provisionales atacan la verdadera enseñanza, hasta que el país queda invadido de personas que actúan contra la Ley”.
[6] Es decir que prevalecen las escuelas budistas que actúan contra el Sutra del loto.
Finalmente, estas escuelas son una influencia negativa que hace que muchas personas no crean en el Sutra del loto o actúen contra él; esto genera una lamentable situación, en la cual “En los tiempos impuros de la última época, los que actúen contra la enseñanza correcta [y caigan en los malos caminos] serán tantos como las partículas de polvo que integran las tierras de las diez direcciones”.
[7] El budismo es, desde el inicio, una enseñanza que existe para permitir que todas las personas logren la iluminación. Sin embargo, la gente cae en los malos caminos porque cree en doctrinas erróneas, expuestas por diversas escuelas budistas. Es lo que sucede en el Último Día, cuando la Ley está a punto de perecer.
El Daishonin se puso de pie por sí solo, para guiar a la humanidad en esta época oscura, en pos de la iluminación. Por ese motivo, esclareció en detalle la verdadera naturaleza demoníaca que acechaba en las varias escuelas budistas de su época. En La apertura de los ojos, antes de explayarse sobre el juramento que hizo cuando decidió levantarse solo como devoto del Sutra del loto, el Daishonin denuncia severamente la verdadera naturaleza de tales escuelas, que terminaron degenerando y propalando enseñanzas contrarias a la Ley, y haciendo que los seres humanos cayeran en los estados más bajos de la existencia. El Daishonin dice que esta naturaleza demoníaca manifiesta el principio de que “demonios malignos entran en el cuerpo”.
[8]

La causa profunda de los actos contra la Ley son los sacerdotes de alta posición que manifiestan la naturaleza demoníaca

En La apertura de los ojos, el Daishonin señala que las funciones demoníacas se apoderan de sacerdotes de alto rango, que parecen bien versados en las enseñanzas budistas, y a través de ellos obran para confundir a muchas personas.
[9] En otras palabras, las funciones destructivas invaden la vida de los que tienen gran influencia espiritual en la sociedad, con el fin de confundir a muchísimas personas y hacerlas caer en los malos caminos.
No es que las enseñanzas expuestas por Shakyamuni antes del Sutra del loto sean contrarias a la Ley de por sí. El problema yace en los sacerdotes recalcitrantes, que se apegan a tales doctrinas, hacen un mal uso de ellas y denigran el Sutra del loto; he aquí la raíz de los actos contra la Ley. Podría decirse, además, que propagar la enseñanza correcta en el Último Día comienza por el desafío de superar la ignorancia y la ilusión de quienes apoyan a esos sacerdotes errados.
Como indica el Daishonin cuando dice “La oscuridad fundamental
[10] se manifiesta como el rey Demonio del Sexto Cielo”,[11] la verdadera naturaleza de esta gran función demoníaca es la oscuridad o ilusión fundamental que reside en la vida de todo ser humano. Para disipar esta ignorancia intrínseca a la vida humana, hace falta adoptar una postura resuelta contra las malas influencias y lo que, en el budismo, llamamos “malos amigos”, hasta vencerlos. Por eso, la enseñanza budista correcta siempre ha recalcado la importancia de mantenerse siempre en guardia contra tales influencias perniciosas, desenmascararlas y batallar contra ellas.
A doscientos años de haber comenzado el Último Día de la Ley, sólo Nichiren Daishonin vio la verdadera faz de estos sacerdotes dominados por la función destructiva o, como dice el sutra, “poseídos por demonios malignos”.
Si un devoto del Sutra del loto proclama a viva voz la verdad, en una época en que todos han perdido de vista la enseñanza correcta, los malos sacerdotes que engañan al pueblo lo atacarán, por miedo a quedar en evidencia. Por su parte, los creyentes excluirán al practicante de la enseñanza correcta, porque, amén de estar bajo el influjo de estos sacerdotes y de sus engaños, tampoco querrán reconocer su propia estupidez en juego. Lo tratarán con odio y envidia, hablarán mal de él y, en última instancia, no dudarán en perseguirlo.
La sociedad donde cunden los actos contra la Ley termina siendo, inevitablemente, un lugar que reprime al devoto del Sutra del loto, por proclamar la verdad.
Nichiren Daishonin tuvo plena conciencia de ello. Aún así, decidió ponerse de pie en bien de la humanidad. Es evidente que comprendía muy bien los obstáculos que tendría por delante, a juzgar por la consideración rigurosa que hizo de esta cuestión y por la lucha extraordinaria que libró en su fuero interno, antes de decidirse a establecer y declarar públicamente su enseñanza.
Parte de este proceso introspectivo se detalla en La apertura de los ojos. [Véase la cita que aparece en el recuadro, al comienzo de este material.] Estoy convencido de que la sublime contienda interior del Daishonin, revelada en estas palabras, será reconocida por todos los tiempos como una importante página en la historia espiritual de la humanidad.

Ponernos de pie basados en un juramento

El Daishonin dice “Yo, Nichiren, soy la única persona en todo el Japón que lo comprende”;
[12] según indica con tales palabras, sólo él entiende que, en su país, proliferan las malas influencias que empujan al pueblo a cometer actos contra la Ley.
A la luz del Sutra del loto, del Sutra del nirvana y de otras escrituras budistas, es evidente que si uno trata de alertar al pueblo sobre la proliferación de actos contra la Ley en el país, sin falta aparecerán los tres obstáculos y los cuatro demonios. Sin embargo, también es evidente que callar constituye una falta de amor compasivo al pueblo, y que el destino de quien actúe de este modo será padecer en el infierno del sufrimiento incesante en su próxima existencia. Así las cosas, el Daishonin enfrenta la alternativa --¿debe hablar o callar?-- y, basado en los sutras, concluye que lo correcto es decir lo que debe.
En tren de comparar ambas opciones con la dificultad de navegar en un mar borrascoso o resignarse a naufragar en un oscuro abismo, el Daishonin indica claramente que el curso correcto es afrontar las dificultades con bravura y energía.
Naturalmente, propagar la enseñanza válida en el Último Día de la Ley no es tarea fácil, de ningún modo. El ataque despiadado de las funciones negativas, cuando los poderosos hacen sentir el peso de su fuerza e inician la persecución, puede cobrar un alto precio en la vida de una persona, tanto física como mentalmente. El Daishonin, con su dominio esencial de la enseñanza correcta que expone el principio de la iluminación universal, podía escrutar a fondo la naturaleza de Buda inherente al ser humano. Quizá por eso también podía captar de raíz la temeridad de las funciones demoníacas que buscan obstruir la propagación de la enseñanza correcta. De tal forma, afirma: “Sin embargo, si ante la persecución del soberano mi determinación llegara a flaquear, lo mejor sería que directamente no hablara. Mientras pensaba en esta cuestión, recordé las enseñanzas del capítulo ‘La Torre de los Tesoros’…”.
[13]
La lucha contra las funciones destructivas es tan feroz e inclemente, que uno se ve acosado incluso por este tipo de pensamientos: “Si voy a retroceder después de haberme hecho a la mar, en medio de semejante borrasca, lo mejor sería que directamente no zarpara… Si sé que me va a atacar una hueste de funciones negativas y que mi determinación no va a resistir ese ataque, tal vez debería callar y no decir lo que debo…”.
Del mismo modo, el Daishonin reflexionó profundamente sobre los desafíos que le aguardaban por delante, antes de traducir su convicción íntima en actos valerosos. Naturalmente, cuando dice que lo mejor sería no hablar, si su determinación llegase a vacilar, no está expresando cobardía ni debilidad. El Daishonin comprendía la verdadera naturaleza de las funciones demoníacas con las cuales tendría que debatirse. En tal sentido, su sincera reflexión sobre las opciones que tenía por delante es la de un hombre de coraje auténtico, puesto a ponderar el desafío increíblemente difícil de vencer las funciones demoníacas que impregnan el universo.
Aunque las palabras “Mientras pensaba en esta cuestión…” pueden dar la imagen de una contemplación relajada, lo cierto es que en su corazón se libraba una batalla sin cuartel. Durante esa lucha interior, el Daishonin, a sus treinta y pico de años, recordó los seis actos difíciles y los nueve actos fáciles,
[14] descritos en el capítulo “La Torre de los Tesoros” del Sutra del loto.
El buda Shakyamuni describe los seis actos difíciles y los nueve actos fáciles a la asamblea de bodhisattvas, para alentarlos a propagar el Sutra del loto después de su muerte. Los nueve actos “fáciles” abarcan hazañas casi imposibles, como levantar el monte Sumeru y arrojarlo de una punta a otra a través de incontables tierras de Buda, o internarse en el fuego con un hato de paja a las espaldas sin quemarse. Aun más arduos que estas proezas son los seis actos difíciles --tareas que entrañan suprema dificultad-- y que implican mantener y propagar el Sutra del loto en la época posterior a la muerte de Shakyamuni.
Después de explicar tales cosas, Shakyamuni exhorta a los bodhisattvas presentes a que hagan un gran juramento: el voto de que esforzarán por propagar el Sutra del loto después de su fallecimiento, sin arredrar ante las dificultades que esto les traiga aparejadas. Luego, en La apertura de los ojos, el Daishonin alude a esta exhortación de Daishonin como una de las “tres proclamas”
[15] que aparecen en el capítulo “La Torre de los Tesoros”.[16]
La propagación del Sutra del loto después de la muerte del Buda es el deseo de todos los budas a través del pasado, el presente y el futuro –las tres existencias-. El Buda, aun consciente de la dificultad de esta tarea, exhorta a los bodhisattvas que lo sucederán a asumir este desafío con audacia.
Los seis actos difíciles y los nueve actos fáciles expresan el propósito del Buda. Éste indica la tremenda dificultad de propagar el Sutra del loto después de su muerte, pero, a la vez, urge a sus discípulos solemnemente a hacer un juramento. Esto podría ser tomado como un claro mensaje a los practicantes del Sutra del loto en el Último Día: si hacen un juramento y establecen una sólida fe en el Sutra del loto, no habrá obstáculo o dificultad que no puedan superar.
De los nueve actos fáciles, el Daishonin menciona tres como ejemplo para sopesar sus propias posibilidades de triunfar. Examinémoslos; en primer lugar, recalca que es un simple ser humano y se define como un hombre “de escasa fortaleza”, “de nulos poderes sobrenaturales” y “carente de sabiduría”.
[17] Lo que desea transmitir es que aunque uno carezca de fuerza física, de poderes sobrehumanos o de un saber especial, y abriga un poderoso juramento o compromiso de propagar la Ley, y avanza junto con el Buda, estará colmado de infinita fortaleza, coraje y sabiduría, y podrá superar aun los obstáculos más temibles. Ese es el mensaje de esperanza ilimitada implícito en sus palabras.
En una época de maldad, hasta las personas comunes faltas de fortaleza pueden hacer surgir el poder interior de su Budeidad, superar obstáculos y transformar su vida, si perseveran en la fe basados en un compromiso o juramento inamovible.
A la inversa, transformar su propia vida interior puede resultarle harto difícil incluso a alguien sumamente fuerte, sabio o dotado de poderes sobrehumanos.

Qué significa formular un juramento en el budismo

Después de considerar atentamente la cuestión, el Daishonin por fin enuncia su juramento: “Juré mantener el deseo potente e inquebrantable de salvar a todos los seres [literalmente, el deseo de la iluminación], sin jamás flaquear en mis esfuerzos”.
[18] El deseo potente e inquebrantable de la iluminación significa el espíritu de aspirar a la Budeidad, pase lo que pase. Ese es el juramento que hace un bodhisattva.
De hecho, en las enseñanzas del Mahayana, se postula que todos los bodhisattvas hacen cuatro grandes juramentos: 1) salvar a innumerables seres vivos; 2) erradicar los incontables deseos mundanos; 3) dominar las incalculables enseñanzas budistas y 4) lograr la iluminación suprema.
En el capítulo quinto del Sutra del loto, “La parábola de las hierbas medicinales”, aparecen expresados con estas palabras, y en su forma original, estos votos de bodhisattva tal como los hace el Buda: “A los que aún no hayan cruzado, los haré cruzar; a los que aún no se hayan liberado, los haré liberarse; a los que aún no tengan paz yo les daré paz, y a los que aún no estén en el nirvana, yo los haré entrar en el nirvana”.
[19] Este juramento, en conjunto, expresa el primer voto, que es salvar a innumerables seres vivientes. Claramente, permite apreciar que todos los actos del Buda se basan en su juramento resuelto de guiar a todas las personas hacia la iluminación. En este fragmento, también podemos hallar expresiones que corresponden a los otros tres votos.
Un juramento, en el mundo del budismo, es el poder de cortar las cadenas del karma, liberarnos de los grilletes del pasado y forjar una identidad capaz de observar el nuevo futuro con esperanza. En otras palabras, el poder de un juramento nos permite desarrollarnos mediante las enseñanzas del Buda, hacernos cargo de nuestro propio futuro basados en una sólida conciencia de nuestra identidad, y sostener los esfuerzos en esta dirección.
Hacer un juramento constituye el punto de partida primordial de todos los cambios. Y aunque, naturalmente, comprometerse implica tratar de cambiar uno mismo, también es el principio que nos permite transformar la vida de los demás, como se ve en el juramento que hace el Buda durante el capítulo “La parábola de las hierbas medicinales”.

La fe en la Ley mística y la naturaleza de Buda

Para que uno pueda cumplir el juramento orientado a la iluminación de todas las personas en el Último Día, lo que más pone de relieve el Daishonin es el poder de la fe.
Podría decirse que la esencia del Sutra del loto es creer en el potencial ilimitado de los seres humanos, como entidades de la Ley mística. Esto no sólo expresa una profunda fe en la Ley mística, sino profundo respeto y confianza hacia los seres humanos.
El bodhisattva Jamás Despreciar,
[20] descrito en el Sutra del loto como modelo para la propagación en el Último Día, vivió motivado por este mismo espíritu. Aunque las cuatro clases de creyentes --monjes, monjas, laicos y laicas-- lo sometían a toda clase de ataques “con palos de madera, lajas y piedras”, él perseveraba en la práctica de venerar a los demás. A veces, se retiraba a distancia segura y decía a voz en cuello: “Aun así, los respeto, pues todos llegarán a ser budas”. Seguía respetando aun a aquellos que lo hacían blanco de críticas o ataques físicos. La práctica del bodhisattva Jamás Despreciar se basa en la filosofía de que todos los seres humanos, sin excepción, poseen la naturaleza de Buda. Por sobre todo, lo que él parece haber establecido es la convicción incondicional en la existencia del estado de Buda en la vida de todas las personas.
El caso de Shariputra
[21] ofrece un contraste notorio. Este discípulo, en una prueba que debió afrontar en una vida anterior, se dejó derrotar por el brahmán que le pidió un ojo como ofrenda[22] y, a raíz de este traspié, tuvo que regresar a las enseñanzas del Hinayana. Cuando el citado brahmán se burló de las buenas intenciones de Shariputra, este exclamó reflexivamente: “¡Qué difícil es salvar a esta persona!”. En última instancia, perdió la fe en la existencia de la Budeidad en todos los seres humanos.
El brahmán de este relato era el rey Demonio del Sexto Cielo disfrazado. La naturaleza esencial de las funciones demoníacas es impedir que las personas manifiesten la naturaleza de Buda. Su intención última es destruir en la gente la convicción de que todos los seres humanos somos budas.
Sería comprensible que alguien se sintiera disgustado si las personas a quienes busca guiar hacia la felicidad lo trataran mal, lo odiaran y atacaran. Sin embargo, lo que distingue a un auténtico practicante budista en el Último Día de la Ley es su postura de mantener en alto esta profunda convicción y, como el bodhisattva Jamás Despreciar, seguir diciendo: “A pesar de todo, te respeto profundamente”. En cierto sentido, el poder del juramento enfocado en guiar a la iluminación a todas las personas es lo que sostiene esta convicción invariable en la bondad innata de los seres humanos y lo que permite mantener un optimismo rotundo, basado en esa convicción.
Nichiren Daishonin, a través de su profundo juramento, se puso de pie con audacia como devoto del Sutra del loto. Perseveró siempre en su esfuerzo resuelto, fiel al deseo de salvar a todas las personas que actuaban contra la Ley, confundidas por malas influencias. En consecuencia, como el mismo Daishonin previó, su valentía despertó el odio del pueblo en todo el país y le ocasionó una tempestad de persecuciones dirigidas a su persona.
No obstante, el Daishonin mantuvo su lucha en pie, con la postura que evidencian estas palabras: “Me alegré y dije que venía esperando este desenlace desde hacía mucho tiempo”, y con el espíritu radiante de estos fragmentos: “Así y todo, no me he desalentado”,
[23] “Ni una sola vez pensé en echarme atrás”,[24] y “De modo que la batalla prosigue hasta el día de hoy”.[25]
Podemos inferir que el poder de su juramento fue la única fuerza que impulsó al Daishonin a lo largo de toda una existencia de lucha implacable. Con su propio ejemplo, nos enseñó que, manteniendo nuestro propio juramento, también podíamos fusionarnos con el corazón del Buda y hacer surgir la fuerza sin límites de la Budeidad desde lo más hondo de nuestro ser.
En una época impura, sólo mediante el poder de un juramento enfocado en la iluminación de todas las personas uno puede vencer los propósitos nocivos de las funciones negativas que buscan diseminar la desconfianza y la duda hacia otros seres humanos.
(Continuará.)

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[1] The Writings of Nichiren Daishonin (WND), págs. 239-240.
[2] WND, pág. 238.
[3] El Primer Día es la época posterior a la muerte del Buda en que las personas transmiten y practican correctamente la enseñanza del Buda. El Día Medio es el período en que la enseñanza se torna cada vez más rígida y formal. El siguiente, conocido como Último Día, es el período en que la gente pierde de vista la enseñanza correcta y la sociedad se colma de confusión y de conflicto.
[4] Véase Sutra del loto, cap. 13, pág. 194.
[5] Amida es un buda que mencionan los sutras de la escuela Tierra Pura; según se dice, vive en la Tierra Pura de la Perfecta Felicidad, situada en el Oeste. Lo veneran los seguidores de la escuela Nembutsu o Tierra Pura. Mahavairochana es un buda que describe el sutra homónimo y que veneran los creyentes de la escuela Palabra Verdadera; este Buda es considerado la fuente de la cual brota el universo. Tanto Amida como Mahavairochana son seres trascendentales, expuestos como medios para el esclarecimiento de las personas.
[6] WND, pág. 400.
[7] Ib., pág. 238.
[8] El capítulo 13o, “Aliento a la devoción”, del Sutra del loto señala: “Demonios malignos tomarán posesión de los demás”. (Véase Sutra del loto, cap. 13, pág. 194). Este fragmento describe la forma en que las funciones demoníacas y diabólicas entran en la vida de las personas y las hacen despreciar y desdeñar a los que mantienen la enseñanza correcta, para obstruir su práctica del budismo.
[9] Véase WND, pág. 239.
[10] Oscuridad fundamental: También, ignorancia primordial o fundamental. Es la ilusión más profundamente arraigada inherente a la vida, que da origen a todas las demás formas de ilusión. La oscuridad fundamental se refiere a la incapacidad de ver o reconocer la verdad, particularmente, la verdadera naturaleza de nuestra vida. El Daishonin interpreta que la oscuridad fundamental es la ignorancia de la Ley suprema, o la ignorancia de que nuestra vida es, en esencia, una manifestación de la Ley de Nam-myoho-renge-kyo.
[11] WND, pág. 1113.
[12] WND, pág. 239.
[13] WND, pág. 239.
[14] Seis actos difíciles y nueve actos fáciles: Los seis actos difíciles son: 1) propagar el Sutra del loto ampliamente; 2) copiarlo o hacer que alguien lo copie; 3) recitarlo, aunque sea por poco tiempo; 4) enseñarlo, aunque sea a una sola persona; 5) escucharlo y aceptarlo, o preguntar acerca de su significado; y 6) mantener la fe en él. Los nueve actos fáciles son: 1) enseñar infinidad de sutras salvo el Sutra del loto; 2) tomar el monte Sumeru y arrojarlo a través de incontables tierras de Buda; 3) patear con un dedo del pie un sistema planetario mayor hacia otro cuadrante del universo; 4) detenerse en el cielo de la Cumbre del Ser y predicar infinidad de sutras, salvo el Sutra del loto; 5) aferrar el cielo con una mano y pasear sosteniéndolo; 6) colocar la tierra sobre una uña del pie y ascender al Cielo de Brahma; 7) cargar un fardo de heno a las espaldas e internarse en los grandes incendios que se producirán a fines del kalpa sin quemarse; 8) predicar ochenta y cuatro mil enseñanzas y hacer que los interlocutores obtengan los seis poderes trascendentales; y 9) hacer que incalculables personas lleguen al estado de arhat y adquieran los seis poderes trascendentales.
[15] Tres proclamas: Exhortaciones que hace el buda Shakyamuni en el capítulo “La Torre de los Tesoros” del Sutra del loto, para urgir al grupo de discípulos durante la Ceremonia en el Aire a que propaguen el Sutra del loto después de su muerte. En la tercera proclama, el Buda expone la dificultad de difundir el sutra después de que él haya muerto, valiéndose de una enseñanza conocida como “los seis actos difíciles y los nueve actos fáciles”. Esta proclama dice, en parte: “Muchos Tesoros El Que Así Llega, yo mismo y estas manifestaciones corpóreas del Buda que se han congregado aquí, seguramente sabemos que éste es nuestro propósito. […] ¡Todos y cada uno de vosotros, buenos hombres, debéis pensar cuidadosamente! Esta es una difícil cuestión; es propicio que hagáis un gran juramento. […] Cuando yo haya pasado a la extinción, ¿quién podrá custodiar y mantener, leer y recitar este sutra? ¡Que ahora, en presencia del Buda, esa persona dé un paso adelante y pronuncie su juramento!”. (Véase Sutra del loto, cap. 11, págs. 178-180).
[16] Véase WND, pág. 262.
[17] WND, pág. 239.
[18] WND, págs. 239-240.
[19] Sutra del loto, cap. 5, pág. 98.
[20] Bodhisattva descrito en el capítulo (20o) “Jamás Despreciar” del Sutra del loto; representa a Shakyamuni en una existencia anterior, dedicado al camino del bodhisattva. Su práctica consistía en dirigirse a todas las personas del siguiente modo, sin reparar en el tratamiento que estas le diesen a cambio: “Siento profundo respeto por vosotros. Jamás osaría trataros con desprecio o arrogancia. ¿Y por qué? Porque todos estáis practicando el camino del bodhisattva y sin falta obtendréis la Budeidad”. (Véase Sutra del loto, cap. 20, págs. 266-267). El sutra explica que, mediante esta práctica, Jamás Despreciar hizo la causa que le permitió lograr la Budeidad.
[21] Shariputra: Uno de los diez discípulos principales de Shakyamuni, conocido como el que más descollaba en sabiduría, capaz de comprender la verdadera intención de la prédica del Buda.
[22] Brahmán que pidió un ojo como ofrenda: Brahmán que mendigó a Shariputra y le solicitó uno de sus ojos como ofrenda, cuando éste, en una existencia anterior, practicaba austeridades de bodhisattva. La historia aparece en el Tratado sobre la gran perfección de la sabiduría. En el distante pasado, Shariputra se dedicó al camino del bodhisattva y, como tal, cultivó la práctica de entregar ofrendas. Cuando llevaba ya sesenta kalpas en este menester, un brahmán acudió a él y le pidió uno de sus ojos como ofrenda. Shariputra se lo arrancó y entregó. Pero el brahmán sintió tal repugnancia al olerlo, que lo escupió, lo arrojó al suelo y lo aplastó de un pisotón. Al ver esta reacción, Shariputra concluyó que era muy difícil guiar a este tipo de personas a la iluminación y decidió salvarse sólo a sí mismo procurando liberarse de los sufrimientos del nacimiento y la muerte en forma individual; renunció a la práctica de bodhisattva y, por eso, tuvo que retroceder a las enseñanzas del Hinayana o camino de los que escuchan la voz.
[23] WND, pág. 748.
[24] Gosho zenshu, 1224.
[25] WND, pág. 392.

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