19.3.05

Explicación “La apertura de los ojos”

La siguiente explicación fue extraída de “Aprendamos del Gosho, la eterna enseñanza de Nichiren Daishonin”, una serie de disertaciones del presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, sobre diversos tratados y cartas de aliento escritos por el Buda a sus discípulos.
Una victoria espiritual en medio de la tormenta
Un cielo impecable, libre de toda nube; un firmamento de un azul interminable... Éstas eran las imágenes que empleaba mi maestro, Josei Toda, para describir el estado de vida del Daishonin durante su exilio en la isla de Sado:
Si [nosotros hubiéramos estado en Sado] nuestra vida habría penado en los abismos del infierno. Pero, como se trataba del Daishonin, que era un hombre totalmente invencible y libre del mínimo temor, cada vez que examinamos su vida la vemos [inmensa y serena] como el océano o como la cúpula del firmamento...

En “La apertura de los ojos”, Nichiren Daishonin dice: “Yo, Nichiren, soy el hombre más rico de todo el Japón actual. He dedicado mi vida al Sutra del Loto, y por eso mi nombre será recordado en la historia de los tiempos futuros”.
En la época del Daishonin, los inviernos que azotaban la región de Sado eran mucho más crudos que los de nuestros días. Vivía en Tsukahara, en las ruinas de un santuario llamado Sanmaido. Socialmente, era un exiliado; su vida se hallaba sujeta a peligros constantes. En tales condiciones y con el rugido de un león, el Daishonin expresó esta declaración como un auténtico soberano del espíritu.
Había llegado a Tsukahara el 1º de noviembre de 1271. De inmediato, y con energía inusitada, comenzó a redactar largos manuscritos; cuando pienso en ello, surge en mi mente la imagen de una catarata incontenible. En el segundo mes del año siguiente, envió a Shijo Kingo, por intermedio de un mensajero, un gosho destinado a todos sus creyentes. Se trataba de “La apertura de los ojos”.
Aun bajo las neviscas insidiosas de la isla, su convicción en la justicia de sus actos se mantuvo ardiente y viva, como llama inextinguible. Lo que siguió brillando con fulgor cada vez más intenso fue su deseo poderoso de guiar a todos los hombres a la felicidad.
En este escrito, quiso transmitir a los seguidores su estado de vida inmensurable. Quiso mostrarles que uno puede manifestar un estado de vida realmente inmenso cuando libra una gran contienda a muerte o a vida. Y se propuso dejar constancia de esta verdad en bien de todos los tiempos.
No se conserva el manuscrito original de “La apertura de los ojos”, pero sabemos que tenía sesenta y seis páginas: sesenta y cinco correspondían al texto, y la restante era una carátula donde se leía “Apertura de los ojos”.
El título se refiere a abrir los ojos, es decir, la mente del pueblo del Japón. En vista de lo que enseñan los sutras, es evidente que el Daishonin fue un hombre con un sentido absoluto de la justicia. En este escrito, declara que es el devoto del Sutra del Loto y, por lo tanto, el Buda del Último Día de la Ley.
Espero que, al estudiar la parte final de este gosho, podamos aprender cuán imponente era el estado de vida del Daishonin.

Pregunta: ¿Qué mérito hay en condenar, como hace usted, los males de quienes siguen las escuelas Nembutsu y Zen, si con ello se provoca su enemistad?
Respuesta: El Sutra del Nirvana afirma: “Si un buen monje ve a alguien destruir la enseñanza y no le da importancia a esa falta, si no lo amonesta o sanciona por su mala acción, ese monje está traicionando la enseñanza del Buda. Pero si expulsa al que está destruyendo la Ley, lo reprende o lo refuta severamente, esa persona es mi verdadero discípulo [del Buda] y es un auténtico seguidor que escucha la voz”.
Chang-an comenta este párrafo del siguiente modo: “Quien destruye las enseñanzas del Buda o provoca confusión en torno a ellas es, interiormente, un enemigo del Budismo. Si uno se considera amigo de alguien, pero no posee la misericordia necesaria para corregirlo, en verdad es su enemigo. Pero quien reprende y corrige al que actúa contra la Ley es un seguidor que escucha la voz y defiende las enseñanzas del Buda; es un auténtico discípulo. Quien libra del mal al que comete una falta está actuando como un padre o una madre. Los que refutan los actos contra la Ley son discípulos del Buda. Pero quienes no amonestan a los que cometen graves faltas son, interiormente, enemigos del Budismo”.
Si una persona comete una falta, refutarla es una cosa. Pero otra cosa muy distinta es que se ataque y se calumnie a la persona que lleva a cabo actos de bien, como tan a menudo nos toca presenciar. Es algo totalmente irracional, pero así se conduce la sociedad de hoy.
El gran escritor León Tolstói dijo: “No se puede vivir sin enemigos. [...] Y lo cierto es que, cuanto más dignamente uno vive, más enemigos brotan a su alrededor”.
Nunca hubo nadie en la historia que abogara por la justicia como lo hizo Nichiren Daishonin. Nunca nadie luchó con tal bravura por la felicidad de los hombres. Como resultado de ello, no hizo más que enfrentar persecuciones sin fin. Y, además, se vio exiliado a Sado, lo cual en su época equivalía a una sentencia de muerte.
Los seguidores también fueron blanco de la represión. Algunos fueron encarcelados. A otros, les confiscaron feudos y bienes. Y otros también sufrieron el exilio. Entre el grupo de creyentes que seguía al Daishonin fueron creciendo la incertidumbre y la confusión. Por miedo a ser perseguidos, muchos abandonaron la fe u optaron por hacer silencio total.
Incluso hubo discípulos que, con cara de dominar la materia, criticaban a su maestro y aconsejaban a los demás: “Si usted se muestra más flexible en su actitud de difundir las enseñanzas, no tendrá que sufrir persecuciones como las que padece nuestro venerado maestro”.
En los últimos fragmentos de “La apertura de los ojos”, Nichiren Daishonin se refiere a estas dudas y plantea una interesante pregunta: ¿De qué sirve refutar las enseñanzas erróneas al propagar la enseñanza, si con ello uno provoca la enemistad de los demás? Cita un fragmento de los sutras y responde: El Sutra del Nirvana dice muy claramente que uno tiene que refutar a los que están destruyendo la Ley, que hay que expulsarlos y poner en evidencia sus errores, y que no se debe restar importancia a situaciones de esa naturaleza. ¿No dice acaso que a las personas se las debe refutar, expulsar o poner en evidencia cuando cometen un mal?
En esencia, tratar así a alguien que busca subvertir las enseñanzas es ejercer la misericordia necesaria para proteger al Budismo. Por lo tanto, aunque las personas que lleven a cabo esta práctica sufran persecuciones, sin falta tendrán abierto el acceso a la Budeidad. Y, dice el Daishonin, no puede haber mérito ni beneficio más grande que éste.
“Discípulos míos”, exclama, “no tengan miedo”. “Vivan con orgullo y dignidad, con el pecho erguido y la cabeza en alto, como leones soberanos”. Su misericordia era tan inmensa, que quería transmitir a todos sus discípulos el deseo de que vivieran una existencia magnífica, que siguieran avanzando toda la vida por el camino de la fe que habían resuelto seguir.
El Budismo sólo existe en la acción. Mediante la acción concreta, comienza a resplandecer la Ley Mística inherente a nuestra vida. Las funciones protectoras del universo y todos los budas protegen a las personas de acción. Los que actúan sólidamente en bien de la justicia conocen la verdadera felicidad.
Nichiren Daishonin fue más fuerte que cualquiera. ¿De dónde provenía su fortaleza? De su honesta preocupación y de su amor por el pueblo.
Pero, al parecer, la fortaleza del Daishonin suele ser objeto de malos entendidos. Frente a Hei no Saemon y a los sacerdotes corruptos, el Daishonin podía ser el oponente más terrible. Pero, sin embargo, enseñaba a sus seguidores que, al propagar las enseñanzas ante los demás, se comportaran en forma cortés. Por ejemplo, aconsejaba a alguien que, al iniciar el diálogo, siempre hablara “suavemente pero con firmeza, en voz baja, con la mirada serena y con expresión compuesta”.
Nuevamente, en su histórico tratado “Rissho ankoku ron” (Tesis sobre la pacificación de la tierra mediante la propagación del Budismo verdadero), redactado en forma de diálogo entre un viajero y su anfitrión, éste (que representa al Daishonin), en ningún momento habla con expresiones airadas. Por el contrario, cuando el huésped se altera, su interlocutor lo contiene, sonríe animadamente y continúa el diálogo con tenacidad. El Daishonin decidió retratar al anfitrión de tal manera porque ésa era la forma en que él mismo solía dialogar.
Si examinamos el capítulo “El surgimiento de la Torre de los Tesoros” del Sutra del Loto, vemos que allí se reúnen Shakyamuni, Taho y los demás budas de las diez direcciones que son manifestaciones del buda Shakyamuni. ¿Y por qué? Como dice el sutra, “Cada uno [...] ha venido hasta este lugar [...] con el propósito de asegurarse de que la Ley perdure durante mucho tiempo”. Shakyamuni, Taho y los demás budas quieren asegurar la propagación futura del Sutra del Loto, para que cada ser humano, cada hijo del Buda, pueda tener acceso a él en las épocas venideras. Esto nos enseña que su misericordia y su amor son mayores, incluso, que los de un padre o una madre al ver sufrir terriblemente a su único hijo. Sin embargo, Honen, indiferente al dolor de los hombres, cerró y trancó las puertas del Sutra del Loto en el Último Día de la Ley, para que nadie pudiese acceder a él. Induce a las personas a descartar el Sutra del Loto, como alguien engañaría a un niño retardado para que se deshiciera de un valioso tesoro. ¡Qué forma tan desvergonzada de actuar!
Si alguien se propusiera matar a nuestros padres, ¿no trataríamos de ponerlos sobre aviso? Si un mal hijo, obnubilado por los efectos del alcohol, amenazara de muerte a sus padres, ¿no querríamos detenerlo? Si un hombre perverso estuviera por prender fuego a templos y pagodas, ¿no querríamos impedirlo? Si nuestro único hijo estuviera gravemente enfermo, ¿no intentaríamos curarlo cauterizándolo con moxa [aunque ello le causara dolor]? Quien prefiere no actuar hace lo mismo que los que ven a los seguidores del Zen o del Nembutsu en el Japón y no intentan detenerlos. Como dice Chang-an: “Si uno se considera amigo de alguien pero no posee la misericordia necesaria para corregirlo, en verdad es su enemigo”.

Lo que más ansía el Buda es salvar a quienes más sufren
¿Con qué intención se reunieron en un mismo lugar Shakyamuni, Taho y las proyecciones del Buda, los budas de las diez direcciones, en el capítulo “El surgimiento de la Torre de los Tesoros” (11o) del Sutra del Loto? Su único deseo era asegurar la propagación futura del Sutra del Loto, cerciorarse de que, en el futuro, el Sutra del Loto estuviese al alcance de todos los seres vivientes, hijos del Buda.
El Sutra del Nirvana relata que, justo antes de que muriera Shakyamuni, éste se lamentó así: “Moriré en poco tiempo. Lo único que me inquieta es la cuestión del rey Ajatashatru”.
El rey Ajatashatru había sido, durante muchos años, enemigo de Shakyamuni. Había tratado de matarlo; fue, incluso, asesino de su propio padre, el Rey [con tal de acceder al trono]. Pero, a pesar de ostentar la corona, interiormente poseía un alma pobre y vacía. Y la infelicidad de Ajatashatru despertaba en Shakyamuni un profundo dolor.
Un discípulo preguntó, entonces, a Shakyamuni: “Si la misericordia del Buda se dirige a todos los seres por igual, ¿por qué sólo te preocupas por Ajatashatru?”.
Shakyamuni respondió: “Consideremos el caso de una pareja que tiene siete hijos. Los padres aman a todos por igual y no hacen discriminaciones entre ellos. Pero, si uno de los siete cayera enfermo, ¿no se preocuparían más los padres por el hijo convaleciente?”. “No abandonaré por ningún motivo, no olvidaré jamás a la persona que vive el peor sufrimiento. Por el contrario, trataré de salvarla con todas mis fuerzas”. Ésta es la convicción del Buda.
Nichiren Daishonin buscó salvar a todo el pueblo del Japón, aun a las personas que lo habían perseguido y exiliado a Sado.
El presidente Toda decía: “El amor que sentía el Daishonin por el pueblo era tan grande, que no le importó afrontar de lleno el embiste de los tres enemigos poderosos y no se inmutó ante las tremendas persecuciones que cayeron sobre él una y otra vez”. El Daishonin, durante su destierro en Sado, llegó a decir: “Oro, antes que ninguna otra cosa, para poder guiar hacia la verdad al soberano y a todos aquellos que me persiguieron”.
¡Qué magnanimidad interior!
Desde el momento en que declaró las bases de su enseñanza, el Daishonin no retrocedió un solo paso en su grandiosa contienda altruista por el bien del pueblo, a quien amaba como si fuese su propia descendencia. En “La apertura de los ojos”, el Daishonin indica el derrotero de sus pensamientos antes de fundar su enseñanza, el 28 de abril de 1253. Según afirma, tenía plena conciencia de que, si no hablaba [y si no proclamaba la enseñanza budista correcta para su época] sería un hombre que actuaría “con total falta de misericordia”.
Dar a conocer este Budismo provocaría la aparición de tremendos obstáculos. Si cerraba la boca, podía tener una vida segura y tranquila. Pero semejante conducta sería una total falta de misericordia.
Por muy altruista que alguien pueda parecer, si no actúa es lo mismo que si careciera de la mínima benevolencia. En verdad, quien no actúa no tiene misericordia alguna.
Lo contrario de la misericordia es la falsa amistad: es confundir el significado de la palabra “amigo”. Pero, lamentablemente, esto ocurre muy a menudo en la sociedad actual. El presidente Toda proclamó: “La forma en que hoy vive la gente evidencia una total falta de solidaridad. [...] ¿No diríamos que la falta de misericordia es la característica más notoria de la época actual?”.
Nuestra sociedad es muy cruel, muy despiadada. En este ambiente tan falto de empatía, los miembros de la SGI están trabajando para aliviar a las personas de su sufrimiento e infundir auténtica dicha, para proclamar la verdad desde lo más hondo de su ser, inspirados en un verdadero afecto por los demás.
Con nuestra perseverancia en el diálogo, con nuestras acciones resueltas, estamos transformando esencialmente una sociedad que carece de solidaridad y que pregona un falso sentido de la amistad. Estamos transformando el destino de nuestra sociedad y su tendencia a la discriminación y a la falta de misericordia. Estamos irradiando un sol primaveral en un entorno congelado por el más crudo invierno. Estamos entibiando el corazón de los hombres con una cálida corriente de humanismo.
Tengo la convicción de que, sin ninguna duda, el Daishonin estará elogiando decididamente a todos ustedes, por llevar a cabo con pasión la práctica misericordiosa de los bodhisattvas, como “verdaderos discípulos” y “seguidores que comparten mi espíritu”.
El Buda ilumina el mundo con la luz de las tres virtudes
La justicia es como el Sol. Una sociedad donde no prevalece la justicia vive envuelta en la oscuridad. Nadie puede impedir que salga el Sol. Nadie puede ocultar sus rayos indefinidamente. “Abrir los ojos” significa, justamente, hacer que reconozcan la existencia de ese sol de la justicia, las personas que llevan el corazón sumido en la penumbra.

Yo, Nichiren, soy el soberano, el maestro, el padre y la madre de todo el pueblo del Japón. Pero los hombres de la escuela Tendai [que no tratan de eliminar el mal de la nación] son los grandes enemigos del pueblo. Como señaló Chang-an: “Quien libra del mal a quien comete una falta está actuando como si fuera un padre”.
Quien no ha puesto su determinación en el Camino no puede librarse jamás de los sufrimientos de la vida y la muerte.
Nichiren Daishonin dice que es “el soberano, el maestro, el padre y la madre de todo el pueblo del Japón”. Las tres virtudes las funciones del soberano, el maestro y los padres indican el estado de vida, brillante como el sol, de una verdadera persona de justicia.
Y esto trae a colación un fragmento del gosho “Retribución por los favores recibidos”: Si la misericordia de Nichiren es realmente grande y amplia, Nam-myoho-renge-kyo se propagará durante diez mil años y más aún, por toda la eternidad, ya que posee el poder benéfico de abrir los ojos ciegos de todos los seres vivientes del Japón y de obstruir el camino que conduce al infierno del sufrimiento incesante.
Nichikan Shonin interpreta que este fragmento se refiere a las tres virtudes del Daishonin. “Si la misericordia de Nichiren es realmente grande y amplia, Nam-myoho-renge-kyo se propagará durante diez mil años y más aún, por toda la eternidad” indica su inmensa misericordia, es decir, la virtud de los padres. “Posee el poder benéfico de abrir los ojos ciegos de todos los seres vivientes del Japón” alude a la facultad de abrir la mente de las personas, es decir, su visión interior, por lo cual representa la virtud del maestro. Y “obstruir el camino que conduce al infierno del sufrimiento incesante” habla de la virtud del soberano, que se empeña en que la población no padezca sufrimientos.
“La apertura de los ojos” comienza con el fragmento: “Hay tres categorías de personas a las que todos los seres humanos deberían respetar. Ellas son el soberano, el maestro y los padres”. El propósito de esta enseñanza yace en esclarecer las tres virtudes del soberano, el maestro y los padres. Y Nichiren Daishonin es quien posee estas tres virtudes en forma cabal y completa.
En sentido general y para expresarlo con términos modernos, podría decirse que el soberano, el maestro y los padres son tres atributos indispensables en todo líder.
La virtud del soberano consiste en proteger a las personas; esto corresponde a un sentido insobornable de la responsabilidad. La virtud del maestro yace en guiar a los hombres; esto se refiere a la brillante sabiduría que logra conducir a la humanidad por el camino de una vida feliz. Y la virtud de los padres consiste en forjar a las personas con un corazón de amor sin límites; es decir, una misericordia cálida y a la vez rigurosa.
Sentido de la responsabilidad, sabiduría y misericordia. ¿No son éstas las cualidades más importantes que deben tener tanto los líderes como los hombres en general? Si tan solo un puñado más de dirigentes poseyeran estas tres cualidades, ¡qué contribución enorme se haría a la felicidad del género humano, cuántas tensiones más podrían disminuir! Pero lo cierto es que, hoy en día, hay demasiados líderes en el mundo que exhiben la tendencia opuesta.
La antítesis de la virtud del soberano es la irresponsabilidad. Hoy, hay primeras figuras que se comportan de un modo altanero y ampuloso, pero que evitan cuidadosamente las cuestiones escabrosas, con el argumento de que “alguien ya se ocupará de eso” o de que “las cosas ya se resolverán”. Se la pasan impartiendo órdenes, sólo para eludir, luego, la responsabilidad que les cabe. Aunque exteriormente respondan a la imagen de un líder, no poseen ningún requisito que les haga merecer su posición, no tienen ninguna virtud que respalde sus privilegios.
El capítulo “Duración de la vida de El Que Así Llega” (16o) del Sutra del Loto explica las tres virtudes de la enseñanza esencial. “Esta, mi tierra, permanece a salvo y en calma” indica la virtud del soberano. Un líder trabaja resueltamente para asegurar la paz y la tranquilidad de la tierra y de la comunidad de las cuales se ha hecho responsable. “Constantemente vine predicando la Ley, enseñando y convirtiendo” corresponde a la virtud del maestro. Como lo indica el término “constantemente”, es decir, sin descanso ni interrupción, un maestro continuamente utiliza la palabra, sin reservas, para ayudar a los semejantes.
La virtud de los padres queda expresada en la frase “Yo soy el padre de este mundo”. Un padre es aquel que ama a las personas porque son hijos del Buda y, como tales, un día asumirán esta identidad real. Un padre es aquel que actúa por el bien de sus hijos.
Los líderes también deben poseer la capacidad de brindar capacitación, protección, orientación y enseñanza. Cuando alguien tiene un problema, un líder debe ser capaz de brindarle cálidos consejos y de impartirle las pautas que necesita para poner fin a su atolladero.
Un verdadero líder protege a las personas cuando están cansadas y las nutre brindándole capacitación adecuada a su nivel de desarrollo. Si a una persona se le da una capacitación estricta cuando las circunstancias exigen afectuosa protección, terminará hundiéndose. Si la consentimos cuando necesita recibir aprendizaje, no crecerá.
En tal encuadre, si relacionamos los atributos deseables en un líder con las tres virtudes, el paralelo sería el siguiente: la capacidad de proteger correspondería a la virtud del soberano; la capacidad de dar orientación y enseñanza sería la virtud del maestro, y la de brindar pautas de capacitación o formación sería la virtud de los padres. En una palabra, la determinación, la oración y la fortaleza de ayudar a las personas a ser felices sin falta resultan fundamentales para ejercer un liderazgo sobresaliente.
Habíamos visto que [en el gosho “Retribución por los favores recibidos”] la virtud del soberano correspondía a “obstruir el camino que conduce al infierno del sufrimiento incesante”. Al respecto, Nichikan Shonin observa: “¿Cómo podría quedar en manos de un vasallo la responsabilidad de abrir o de cerrar un camino? [Cuestiones de tamaña importancia deben recaer en un soberano.]”. La virtud del soberano consiste en obstruir los “caminos del mal” y en abrir “el camino del bien”.“Quiero cerrar todas las rutas que desemboquen en el infierno”. Con este mismo espíritu, el maestro Josei Toda declaró su absoluta oposición al uso de las armas nucleares: “Todo aquel que amenace el derecho a la vida exhibe una mente demoníaca, un propósito satánico, una naturaleza monstruosa”. En cambio, la virtud de un soberano y la responsabilidad de todo líder se encuentra en cerrar valientemente el camino a la guerra y en abrir de par en par las rutas que aseguran la paz.
La SGI, como auténtica heredera del Budismo de Nichiren Daishonin, abrió un camino de paz que hoy atraviesa el planeta entero. Hace veinte años, cuando la China y la Unión Soviética se hallaban en conflicto, cuando entre los soviéticos y los norteamericanos sólo existía el vínculo de la “guerra fría”, ¿quién podría haber imaginado el estado del mundo actual? La Soka Gakkai, a pesar de una lluvia de críticas, siguió actuando con total decisión para cerrar el camino de la confrontación y abrir un sendero de amistad. “¡La Tercera Guerra Mundial jamás debe llegar a producirse!”. Hemos orado y actuado con total sentido de la responsabilidad, para cerciorarnos de que no se perpetrara una calamidad semejante. Con este propósito, desarrollamos un movimiento de paz, cultura y educación basado en el Budismo.
Si hablamos en sentido general, la virtud del soberano también consiste en crear una tierra donde imperen la paz y la tranquilidad, como lo afirma el pasaje “Ésta, mi tierra, está a salvo y en calma”. La educación representa la virtud del maestro. Y la cultura se relaciona con la virtud del padre, en la medida en que permite cultivar y forjar el mundo interior del ser humano. Nosotros estamos extendiendo en todo el mundo este camino signado por las tres virtudes. Estamos abriendo un camino. Una vez que quede abierto, los que vengan detrás podrán recorrerlo con tranquilidad y sin preocupaciones. Nichiren Daishonin, como Buda del Último Día de la Ley dotado de las tres virtudes del soberano, el maestro y los padres, abrió un camino hacia la iluminación de todos los hombres. Es algo que merece nuestra eterna gratitud.
La misión de los discípulos, por su parte, consiste en extender y ampliar el camino que, generosamente, abrió el mentor. La senda que trazó el Daishonin hoy recorre la faz del mundo. A través de la lucha de nuestros compañeros, los prodigiosos Bodhisattvas de la Tierra, esa “gran ruta hacia la felicidad” hoy se extiende por 187 países. El sol de la justicia ha comenzado a elevarse. Estoy absolutamente convencido de que el Buda original, Nichiren Daishonin, reconocerá con las mayores expresiones de elogio a los que se dedican a tan noble misión. En el fragmento del gosho que estudiaremos esta vez, el Daishonin afirma que los seguidores de la escuela Tendai son los grandes enemigos del pueblo: por un lado, tienen plena conciencia de que el Sutra del Loto es la enseñanza suprema; por el otro, no sólo evitan luchar contra el mal, sino que también se alían con los que persiguen al Daishonin.

El máximo honor consiste en enfrentar persecuciones
El buda Shakyamuni, maestro de las enseñanzas, fue insultado por todos los seguidores de las doctrinas no budistas y calificado como hombre de gran perversidad. El gran maestro T’ien-t’ai fue objeto de enconada enemistad por parte de las tres escuelas del sur y las siete escuelas del norte. Tokuichi, del Japón, lo criticó por haber usado sus diez centímetros de lengua con el afán de destruir las enseñanzas de Shakyamuni y de destruir el cuerpo del Buda de un metro y medio de altura. El gran maestro Dengyo fue despreciado por los monjes de Nara, quienes dijeron: “¡Saicho nunca ha estado en la capital de la China T’ang!”. Pero todos estos insultos se perpetraron por causa del Sutra del Loto, y, por lo tanto, no representan ninguna deshonra para los hombres que debieron soportarlos. No hay vergüenza más grande que ser elogiado por los necios. Ahora que he incurrido en la ira de las autoridades [y me encuentro en el exilio], los sacerdotes de las escuelas Tendai y Shingon deben de estar celebrándolo. Son hombres muy extraños y desvergonzados.

La justicia siempre provoca persecuciones, tal como el sol siempre sufre el acoso de las nubes. Las dificultades son, en todo caso, prueba de rectitud. No puede haber máximo honor que hacer frente a las peores persecuciones.
Hasta Shakyamuni fue calumniado: decían que era un hombre de “gran perversidad”. El gran maestro T’ien-t’ai recibió insultos a carradas de parte de lo que, en su tiempo, fueron las diez escuelas poderosas. Y doscientos años después, seguía siendo objeto de escarnios; el sacerdote To-kuichi, de la escuela japonesa Hosso, llegó a decir: “¡Qué tontería has hecho, Chih-i (T’ien-t’ai)! ¡Calumniaste las enseñanzas que Shakyamuni transmitió durante toda su vida y sembraste el mundo de confusión!”.
El gran maestro Dengyo fue vilipendiado por las escuelas de Nara. Decían de él: “Saicho sostiene haber ido a la China, pero volvió enseguida sin haber visitado la Capital y luego de haber estudiado sólo un corto tiempo en las provincias”.
T’ien-t’ai y Dengyo recibieron semejantes críticas porque habían defendido el Sutra del Loto, porque habían lanzado una proclama para regresar al espíritu del Sutra del Loto y de Shakyamuni. Los que nunca actúan jamás tienen que vérselas con críticas ni calumnias. Por otro lado, los que creían estar criticando sólo a esos dos grandes maestros T’ien-t’ai y Dengyo en realidad estaban ultrajando la esencia de Shakyamuni. Pues cuanto más difama alguien a un devoto del Sutra del Loto, más está difamando al Sutra del Loto en sí. Pero, por otro lado, los que se entregan a la difamación no se dan cuenta de la gravedad de sus actos. No puede haber gente más penosa ni más digna de lástima.
Los verdaderos tontos fueron los que se alegraron cuando la enseñanza correcta recibió ataques y cuando el Daishonin marchó al exilio, a pesar de ser un hombre de justicia cuya conducta reflejaba exactamente los principios del Sutra del Loto.
“No hay vergüenza más grande que ser elogiado por los necios”. El presidente Makiguchi hizo de estas palabras su propia consigna. Fue perseguido por las autoridades militares y, sin embargo, no dejaba que nada lo intimidase; todo lo tomaba con compostura. Cuando el presidente Toda disertaba sobre “La apertura de los ojos”, decía: Basado en estas palabras, el señor Makiguchi no creía que fuese ninguna deshonra el tener que enfrentar críticas o persecuciones por la causa del Sutra del Loto. Murió en prisión por sus convicciones, ya que dio a conocer Nam-myoho-renge-kyo de las Tres Grandes Leyes Secretas, esencia del Sutra del Loto, con la seguridad de que ser elogiado por los necios era la peor deshonra, mientras que ser alabado por el gran sabio [Nichiren Daishonin] era la gloria suprema. Creo que él fue un ejemplo sin parangón para todos los que abrazamos la fe en el Budismo de Nichiren Daishonin.

Y, a los jóvenes, los exhortaba así: En la contienda por la Ley, en esta época corrupta [llamada Último Día de la Ley], su deseo debería ser ganar la alabanza del Daishonin como brillantes y jóvenes luchadores. Para una persona de sabiduría, ser elogiada por los tontos es la peor de las deshonras. Pero merecer la alabanza del gran sabio es, sin duda, el honor supremo en la vida.

Estas palabras, que los presidentes Makiguchi y Toda llevaron en el corazón como consigna, son también el lema de la Soka Gakkai. Poner en práctica este mensaje de oro será el eterno espíritu de nuestra organización.
¡Avancemos de un modo que cuadre dignamente a la SGI! ¡Caminemos en línea recta por este camino, por la gloriosa ruta de la Soka Gakkai!
Si la gente quiere reír, que ría. Si la gente quiere entregarse a la calumnia, que así lo haga. Las personas que actúan de este modo ¿pueden mostrarles a los demás una forma de ser felices? Y los que escuchan a la gente así ¿pueden hallar alivio a su sufrimiento prestando oídos a sus comentarios? Creo que todos coincidiremos en que no.
La Soka Gakkai es un león, completamente libre del miedo. Es suficiente con que nos comportemos de tal modo, que merezcamos el elogio del Daishonin, el Buda original. Las generaciones futuras, sin falta, celebrarán todo este esfuerzo que hoy estamos haciendo.

El Daishonin sentía alegría, aun en el exilio
El buda Shakyamuni apareció en el mundo saha; Kumarajiva viajó hasta el territorio de la dinastía Ch’in, en la China, y Dengyo también marchó a este país [en bien del Sutra del Loto]. Aryadeva y Aryasimha sacrificaron su cuerpo; el bodhisattva Yakuo se quemó el brazo a modo de ofrenda, y el príncipe Shotoku se arrancó la piel de la mano [para copiar en ella el sutra]. Cuando Shakyamuni vivió dedicado a las prácticas del bodhisattva, vendió su carne para hacer ofrendas, y en otra oportunidad, cuando fue un bodhisattva llamado Gyobo, utilizó uno de sus huesos como pluma [para transcribir las enseñanzas del Buda].
T’ien-t’ai ha dicho que “el método escogido debe estar de acuerdo con la época”. La propagación de las enseñanzas budistas debe marchar a tono con los tiempos. Por lo que hice, fui condenado al exilio, pero ése es un sufrimiento pequeño, limitado a la existencia actual, y del que no vale la pena lamentarme. En mis futuras existencias, disfrutaré de una inmensa felicidad, y esta certeza basta para hacerme sentir la dicha más profunda.

Shakyamuni escogió nacer en el mundo saha, un ámbito sembrado de sufrimientos, con tal de exponer el Sutra del Loto. Para traducir el Sutra del Loto, Kumarajiva viajó desde Asia Central hasta la China y debió soportar tremendas dificultades para llegar a destino. Y, para llegar a la esencia del Sutra del Loto, el gran maestro Dengyo cruzó los mares traicioneros que rodeaban el Japón, rumbo a tierras chinas.
En cada uno de estos casos, la acción se vio generada por un inmenso sentido del propósito. Cuando un hombre posee un espíritu incontenible, sin falta lo traduce en actos concretos. El bodhisattva Aryadeva y el venerable Aryasimha, ambos herederos de la enseñanza de Shakyamuni, amonestaron a los gobernantes corruptos y dieron su vida por la enseñanza. También se cuenta que el bodhisattva Rey de la Medicina (Yakuo) se quemó los codos como ofrenda al Buda y que el príncipe Shotoku del Japón se arrancó la “piel de la mano” para utilizarla como pergamino, sobre el cual copió los títulos de los sutras.
En una existencia anterior, cuando Shakyamuni se hallaba practicando como bodhisattva en busca de la iluminación, llego a vender su propia carne para poder hacer una ofrenda al Buda. En otra existencia, con la identidad de Gyobo Bonji, utilizó la piel como pergamino, uno de sus huesos como pluma, y su sangre como tinta, para poder dejar testimonio de la enseñanza del Buda.
La forma que adopta la práctica budista difiere según la característica de cada época. El Budismo “concuerda con los tiempos”, pero el camino y el espíritu fundamentales no cambian. El punto primordial es consagrarse con todo su ser a la Ley y a la felicidad de las personas.
La Ley verdadera ha sido transmitida gracias a los esfuerzos sinceros y altruistas de personas como aquellas. Se pudo transmitir gracias a una “cadena repetidora” de individuos que actuaron de acuerdo con la época en que vivieron. Esto, de por sí, constituye un gran logro en la historia del Budismo.
Pero, según afirma Nichiren Daishonin, los que difunden la Ley Mística en el Último Día son mucho más nobles aún que quienes practicaban en los días Primero y Medio de la Ley. Todos ustedes son valerosas y nobles personas dedicadas a su misión; están abriendo un camino allí donde sólo había espesura; están difundiendo la filosofía del Daishonin a través de una maraña de calumnias y de obstáculos. El Daishonin no podría menos que admirarlos. Tengamos la convicción de que Shakyamuni, el buda Taho (Muchos Tesoros) y todos los budas de las diez direcciones también estarán encomiando nuestro trabajo para propagar la Ley Mística de un modo que concuerde con esta época, el Último Día de la Ley.
El Daishonin concluye “La apertura de los ojos” con una nota exultante: “Por lo que yo hice, merecí la condena al exilio, pero éste es un sufrimiento menor, que concluirá en esta existencia y no merece un solo lamento de mi parte. En vidas futuras, disfrutaré de inmensa felicidad; y la sola idea basta para motivar en mí el más profundo deleite”. Esta es su grandiosa declaración de victoria, una victoria espiritual, que resplandecerá por siempre en la historia humana.
Era un simple exiliado; no tenía el menor espacio de libertad. Se hallaba confinado en una diminuta isla que, por sus características, constituía un presidio natural. El presidente Toda sostuvo, en una ocasión: “En los tiempos modernos, el exilio a Sado sería lo mismo que el destierro al Sahara”. Y, no obstante, el Daishonin exhibió siempre la postura de un monarca. Nadie podía encadenarle el corazón; para su alma no había grilletes. No había espada que pudiese hacer mella en su profunda convicción.
Encaramado en las alturas luminosas de kuon ganjo, él escrutaba con total compostura hasta la más violenta de las persecuciones.
El orgullo y la convicción de estar dedicando la vida a la Ley Mística son algo que nos permite, también a nosotros, adquirir semejante grandeza, ascender a una cumbre de gloria verdadera. En nuestro avance, nos envuelve la resplandeciente luz dorada que esparce, como una estela, la tremenda lucha espiritual del Daishonin.

Por Daisaku Ikeda, presidente de la SGI

"Si quiere comprender las causas que existieron en el pasado, mire los resultados que se manifiestan en el presente. Y si quiere conocer los resultados que se manifestarán en el futuro, mire las causas que existen en el presente". Nichiren Daishonin