6.8.05

Explicación Parte 5 GOSHO: “LA APERTURA DE LOS OJOS”

Disertación de estudio del presidente Ikeda
CONFERENCIAS SOBRE “LA APERTURA DE LOS OJOS”

(Traducción del original en japonés publicado en la edición de setiembre de 2004 del Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai.)

Las cinco comparaciones: Esclarecer la causalidad de la vida y el rumbo fundamental de la existencia humana

Conferencia

En la primera mitad de La apertura de los ojos, Nichiren Daishonin esboza la enseñanza que, luego, llegaría a conocerse como las “cinco comparaciones” [sistematizada, tiempo después, por Nichikan Shonin]. Esta vez, me gustaría analizar el significado de estas comparaciones, y a la vez resumir lo que vinimos viendo a lo largo de esta serie.
Ya expuse que las tres virtudes de soberano, maestro y padre forman el tema de La apertura de los ojos. El Daishonin menciona diversas personas y seres respetados como soberanos, maestros y padres en muchas filosofías y religiones de su época. Específicamente, indaga en: 1) el confucianismo y otras filosofías y tradiciones religiosas de la China, que se agrupan bajo el nombre de “confucianismo o escrituras no budistas” y a las que suele hacerse referencia como “escrituras externas”; 2) enseñanzas de la India, anteriores al budismo o no budistas, entre las cuales se cuenta el brahmanismo, y que en forma conjunta se denominan “enseñanzas no budistas” o “Camino externo”; y 3) enseñanzas del budismo, que se denominan “Camino interno”. El Daishonin también examina qué cosas realmente se han enseñado a la población y cuáles son las actitudes hacia la vida que ésta ha desarrollado mediante la veneración a alguno de estos seres dignos de respeto. Y lo hace porque el criterio diferencial que permite establecer si alguien corporifica las cualidades sobresalientes del soberano, maestro y padre es ver en qué medida la enseñanza que él representa permite a la gente vivir de manera certera y segura.
Así pues, en La apertura de los ojos, cuando el Daishonin debate el tema de soberano, maestro y padre, examina incisivamente cada tipo de enseñanza y establece qué forma de vivir proponen las distintas doctrinas filosóficas y religiosas. El foco esencial de su análisis es la ley causal de la vida.

El corazón de la filosofía o religión yace en esclarecer la causa y el efecto

El propósito de las cinco comparaciones es esclarecer cuál religión o filosofía puede hacer, de manera real y efectiva, que las personas superen sus sufrimientos y logren un estado de felicidad inconmovible. Esta comparación implica evaluar las distintas enseñanzas viendo cómo explican la función de causa y efecto --en otras palabras, la causalidad de la vida--. Específicamente, esta se refiere a la causalidad que determina la dicha verdadera o la infelicidad. En última instancia, es la misma que la causalidad de los diez estados; o sea, la causalidad referida al logro de la Budeidad, que vimos la entrega pasada.
Dicho de otro modo, las cinco comparaciones examinan la superioridad y profundidad relativas de cada enseñanza sopesando en qué medida busca y reconoce fundamentalmente la ley causal que da origen a la felicidad o la desdicha.
Por ejemplo, cuando un médico busca curar una enfermedad, si el tratamiento no se basa en una minuciosa comprensión de la causa del mal, sólo agravará el estado del paciente. Del mismo modo, si no se conocen a fondo las causas fundamentales del sufrimiento y del dolor, toda medida que se emplee para resolver el padecimiento humano terminará agravando el panorama.

La esencia de una filosofía o religión es esclarecer las causas y efectos.

El gran maestro T’ien-t’ai de la China cita cinco características sobresalientes del Sutra del loto, y las expresa como “cinco grandes principios”: nombre, esencia, cualidad, función y enseñanza.[1] De todos ellos, se entiende por “cualidad” la doctrina o enseñanza central de un sutra; su médula o centro. Más específicamente, T’ien-t’ai dice que no es otra cosa que el principio de causa y efecto.
El principio de causa y efecto al cual se refiere T’ien-t’ai es, en realidad, la ley causal de la vida, por la cual las personas que viven sumidas en el sufrimiento (causa) pueden revelar su potencial interior más sublime, superar su sufrimiento y establecer un estado de vida de felicidad indestructible (efecto).
T’ien-t’ai definió la Ley suprema de la iluminación como el “verdadero aspecto”. Este “verdadero aspecto” (que corresponde a la “esencia” dentro de los cinco grandes principios), dice T’ien-t’ai, sólo puede ser descrito como inescrutable, como algo que supera la dimensión de las palabras, y la capacidad de comprensión de la mente. Sin embargo, indica que el verdadero aspecto está inseparablemente ligado a ley causal para el logro de la Budeidad.
Para tomar prestada a T’ien-t’ai una analogía, el verdadero aspecto sería como un espacio vasto e ilimitado, mientras que la ley de causa y efecto sería las vigas y pilares. Con vigas y pilares, el espacio pasa a ser una sala. Al mismo tiempo, las vigas y pilares no podrían recibir este nombre si no convirtieran el espacio en un recinto.
[2]
En otras palabras, la profundidad de la doctrina causal que expone una determinada enseñanza se relaciona totalmente con la profundidad de la ley de la iluminación que plantea dicha enseñanza como premisa básica.
La enseñanza de Nam-myoho-renge-kyo propagada por el Daishonin consiste en la Ley mística suprema (myoho) y en la ley de causa y efecto en la cual se basa (renge). Podemos considerar esta sola frase, Nam-myoho-renge-kyo, como expresión de la ley de causa y efecto suprema para el logro de la Budeidad. Por lo tanto, entonando Nam-myoho-renge-kyo aunque sea una sola vez, podemos desplegar la causa y el efecto de la iluminación en nuestra vida en ese mismo momento.
Si examinamos las tradiciones religiosas y filosóficas abordadas por el Daishonin, vemos que explican la causalidad de la vida en muy diversos términos. En este tratado, el Daishonin evalúa la profundidad relativa de sus enseñanzas mediante las cinco comparaciones, y de esa forma esclarece la causalidad suprema para el logro de la Budeidad (Nam-myoho-renge-kyo) como enseñanza esencial para guiar hacia la iluminación a todos los seres humanos del Último Día de la Ley.
A continuación, me gustaría debatir el contenido de las cinco comparaciones basado en las palabras del Daishonin.

La enseñanza budista que nos permite modelar nuestro destino mediante las propias acciones y la voluntad

1. El budismo es superior a las enseñanzas no budistas.

La primera comparación tiene lugar entre el budismo --como “camino interior”-- y las enseñanzas no budistas de la China y la India, el “camino exterior”.
El budismo sostiene que la causa principal que determina nuestra felicidad o desdicha en la vida yace dentro de nosotros mismos, y que somos protagonistas facultados para decidir nuestro propio destino. Por eso, al budismo se lo llama “camino interior”.
En cambio, si observamos las religiones y filosofías no budistas, vemos, en primer lugar, que no aplican el principio de causalidad a la ventura o desventura individual del ser humano. Mientras que algunas exponen doctrinas “accidentalistas” o no deterministas, según las cuales todo es producto del azar o de la coincidencia, otras exponen doctrinas fatalistas o deterministas, según las cuales todo está preestablecido o predeterminado. También están las que se quedan a mitad de camino entre ambas perspectivas. Esto se refiere a las enseñanzas de los tres ascetas,
[3] considerados los fundadores de las filosofías no budistas de la India. También hallamos doctrinas semejantes en las muchas filosofías y corrientes de pensamiento que existen en la actualidad.
Entre los sistemas de pensamiento que analizó el Daishonin, están los que reconocen el principio de causalidad dentro de los límites de la existencia presente, pero no lo proyectan antes del nacimiento o después de la muerte, porque afirman que lo que sucede entonces es incognoscible. En esta categoría quedarían encuadrados el confucianismo y el taoísmo.
[4] También aquí quedaría incluido el racionalismo occidental, que ha ido de la mano con el desarrollo de la ciencia moderna.
Este tipo de filosofías no pueden explicar de manera satisfactoria preguntas como: “¿Por qué los seres humanos nacen con diferentes circunstancias?” y “¿Por qué, en ciertos casos, los efectos del bien y del mal no se muestran en esta existencia?”. En consecuencia, no pueden responder cabalmente interrogantes como “¿Por qué he nacido?” o “¿Cuál es el propósito de mi existencia?”.
El brahmanismo indio,
[5] las seis escuelas filosóficas[6] y otras enseñanzas de la antigua India exponen la causalidad de la vida a través del pasado, presente y futuro --las tres existencias--, pero teñida de determinismo o de fatalismo, y sujeta a fuerzas externas como la naturaleza o alguna fuerza divina que controla el destino humano. Como resultado de esta visión, tales sistemas de pensamiento limitan gravemente la voluntad y la autonomía del ser humano.
En síntesis, las antiguas enseñanzas de la India y de la China --con excepción del budismo-- o bien no explican la causalidad o bien lo hacen de manera parcial y tendenciosa. Esta es la conclusión del Daishonin. Por ende, en La apertura de los ojos, dice con respecto a los fundadores de tales religiones y filosofías: “En verdad son apenas infantes, incapaces de entender los principios de causa y efecto”.
[7]
Sin embargo, el budismo, el “camino interior”, enseña que el individuo es responsable de todo lo que le sucede; para decirlo en términos simples, cada uno recoge lo que siembra.
El motivo por el cual podemos aceptar serenamente el riguroso principio de causa y efecto que opera en nuestra vida es que, además, comprendemos otra verdad simultánea: todos tenemos en nuestro interior, de manera innata, el poder y el potencial transformador ilimitado conocido como “naturaleza de Buda”. Para seguir esforzándonos en pos de nuestra dicha, necesitamos saber que la posibilidad de este estado reside en nosotros.
El budismo, la “vía interior”, nos permite despertar nuestro sentido de la responsabilidad y de la autonomía personal; es decir, reconocer que tenemos el poder de escribir nuestro propio destino mediante la voluntad y las acciones presentes.

El budismo Mahayana busca esclarecer la causa para lograr la felicidad

2. El budismo Mahayana es superior al budismo Hinayana.

El siguiente nivel de comparación tiene lugar entre el budismo Mahayana y el Hinayana. Con todo, en La apertura de los ojos, el Daishonin se refiere muy por encima a esta comparación particular. La menciona al pasar, en su comparación entre el Mahayana verdadero y el Mahayana provisional o, más específicamente, en su oposición entre la enseñanza teórica del Sutra del loto y las enseñanzas provisionales anteriores a dicho sutra, cuando se refiere a la condena a los discípulos de los dos vehículos (los que escuchan la voz y los que toman conciencia de la causa), que practicaban las enseñanzas del Hinayana.
[8] Así pues, aunque no se la trata en forma separada, podemos incluir en este nivel particular la comparación entre el budismo Mahayana y el Hinayana.
El budismo se denomina “camino interior”. Sin embargo, abarca un espectro muy amplio de enseñanzas. Entre ellas, las del Hinayana buscan liberar a las personas de los deseos mundanos, que son la causa del sufrimiento, y lograr el nirvana --estado de suprema paz y tranquilidad-- mediante prácticas como la observancia de preceptos y la meditación. Sin embargo, la felicidad a la que aspiran las enseñanzas del Hinayana es pasiva, porque sólo buscan eliminar la causa de la infelicidad. No permiten activamente al ser humano abrir el camino hacia su propia felicidad ni, mucho menos, hacia la dicha de los demás.
Por otro lado, como el Hinayana plantea que la causa del sufrimiento son los deseos mundanos de los nueve estados --inherentes a nuestra vida--, la única forma de eliminar por completo tales deseos es extinguir completamente la vida. Por eso se ha dicho que, para el Hinayana, el enfoque de la iluminación es “reducir el cuerpo a cenizas y aniquilar la conciencia”. Aquí yace la limitación del budismo Hinayana.
En cambio, las enseñanzas del Mahayana, en vez de buscar la supresión de los deseos mundanos, afirman que es posible controlar adecuadamente tales deseos y construir una vida pura, poderosa e imbuida de motivación interna, abriendo y manifestando la sabiduría de la iluminación que existe dormida en esta misma vida deseante. A este principio se lo denomina “los deseos mundanos son la iluminación”. Las enseñanzas del Mahayana, más que limitarse a eliminar la causa de la infelicidad en la vida del hombre, buscan activamente capacitarlo para convertir tales causas en motivo de felicidad, y para guiar a otros semejantes hacia la iluminación.

El Mahayana verdadero revela que todas las personas están dotadas de la Budeidad

3. El Mahayana verdadero es superior al Mahayana provisional.

Las enseñanzas del Mahayana, que buscan facultar al ser humano para generar las causas de su felicidad, también pueden dividirse en dos categorías: el Mahayana verdadero y el Mahayana provisional.
El Sutra del loto, que representa el Mahayana verdadero, esclarece que la vida de todas las personas está originariamente dotada del estado de Buda, la causa fundamental de la felicidad. (“Todos los seres humanos poseen la naturaleza de Buda por igual”). El Sutra del loto
también esclarece otra verdad de la vida: que todas las personas pueden tomar contacto con esa naturaleza de Buda y manifestarla en su vida. (En el capítulo 2°, “Medios hábiles”, expone cuatro modalidades de la sabiduría de Buda: abrir el camino hacia la sabiduría del Buda; mostrarlo; crear conciencia de esta vía y hacer que las personas entren en ella.
[9])
Las enseñanzas del Mahayana anteriores al Sutra del loto, que constituyen el Mahayana provisional, insisten en que los seres de los dos vehículos --despreciados porque sólo buscaban su propia iluminación--, las malas personas y las mujeres --vistas como seres incapaces de ser felices-- no estaban dotadas intrínsecamente de la naturaleza de Buda. De tal forma, estas enseñanzas imponen limitaciones a las causas de la felicidad. No constituyen la verdad del Mahayana, sino medios conducentes adecuados a las creencias populares de esa época. No son más que enseñanzas provisorias.
Por otra parte, el Sutra del loto, la enseñanza verdadera, esclarece la iluminación real del Buda con respecto al hecho de que todos los seres humanos --incluidos aquí los de los dos vehículos, las malas personas y las mujeres-- pueden lograr la iluminación por igual. También revela la doctrina (de los tres mil aspectos contenidos en cada instante de la vida), en la cual se basa esta enseñanza.
La auténtica intención del Buda es que todas las personas lleguen a ser felices. Y los principios que permiten cumplir esa intención están en el Sutra del loto, donde se revela en forma directa la verdadera iluminación del Buda.

La enseñanza esencial que subsana las falencias de las doctrinas previas

4. La enseñanza esencial del Sutra del loto es superior a la enseñanza teórica del Sutra del loto.

Aunque todas las personas posean en su vida el estado de Budeidad --causa fundamental de la felicidad--, eso no significa de por sí que puedan manifestarlo activamente.
Si tomamos como punto de vista la eternidad de la vida y el principio de causa y efecto que opera a través del pasado, el presente y el futuro, el estado de vida que experimentamos en el presente es producto de nuestras acciones (karma) acumuladas desde incontables existencias pasadas. Los sutras anteriores, incluida aquí la enseñanza teórica (primera mitad) del Sutra del loto, enseña que, para transformar ese karma, necesitamos llevar a cabo buenas acciones en forma sostenida durante un período extremadamente largo, y acopiar los beneficios positivos de dichas acciones en nuestra vida. De acuerdo con esta visión, lograr la Budeidad requiere incontables kalpas de práctica budista.
Por otro lado, estos sutras enseñan que el buda Shakyamuni logró la iluminación por primera vez en aquella existencia en la India, como resultado de haber practicado durante un tiempo así de incalculable y de prolongado. En esta visión sobre el logro de la Budeidad persiste la falencia de “detestar y tratar de eliminar los deseos mundanos innatos en los nueve estados”. Este enfoque plantea que sólo extinguiendo nuestra vida en los nueve estados (causa) podemos hacer surgir la vida de la Budeidad (efecto).
En cambio, la enseñanza esencial (última mitad) del Sutra del loto explica que Shakyamuni realmente logró la Budeidad en un tiempo del remoto pasado, hace kalpas tan numerosos como las partículas de polvo que forman incontables grandes sistemas planetarios. Y como su vida como bodhisattva ha perdurado desde siempre, constantemente viene renaciendo con diversas formas físicas para enseñar a los seres vivientes. Esto revela la verdadera imagen del Buda. En otras palabras, los nueve estados y el estado de Budeidad también se encuentran inherentes y siempre vigentes en la vida de Shakyamuni, el Buda.
Al explicar este hecho, la enseñanza esencial revela que podemos manifestar el estado de Budeidad en nuestra vida de los nueve estados, tal como somos, y que es posible abrir el camino hacia la Budeidad con la forma que poseemos.

Hacer del Gohonzon nuestro espejo, y del Daishonin, nuestro modelo

5. El budismo de la siembra es superior al budismo de la cosecha

La enseñanza esencial del Sutra del loto abre el camino para que cada persona pueda lograr la Budeidad con la forma que posee. Sin embargo, en el contexto de su significado literal y superficial, vemos que Shakyamuni sólo pudo adquirir la vida eterna como resultado de haber practicado el camino del bodhisattva antes de su iluminación en el remoto pasado. Para llegar a esa vida imperecedera, debió haber alcanzado el primer nivel de seguridad,
[10] que es el estado del que no se regresa. Entonces, una vez en dicho estado y con fe resuelta, pudo disipar todas las ilusiones --u oscuridad fundamental--, adquirir sabiduría y percibir que los nueve estados y el estado de Buda se encontraban siempre presentes en su propia vida en forma innata.
Sin embargo, la práctica necesaria para alcanzar el primer estado de seguridad es extremadamente difícil, como lo es lograr la sabiduría que le permita a uno percibir la Budeidad en su propia vida. Ambas cosas exceden la capacidad de la gente común. En consecuencia, si nos atenemos a su significado literal, la enseñanza esencial no abre directamente el camino para que las personas anónimas logremos la Budeidad con la forma que poseemos y alcancemos la iluminación en esta existencia.
Pero la enseñanza implícita en lo profundo del Sutra del loto --es decir, el budismo de Nichiren Daishonin-- revela directamente Nam-myoho-renge-kyo. Esto es, por un lado, la fuerza motriz que sostuvo la práctica de bodhisattva de Shakyamuni para alcanzar el primer nivel de seguridad en pasado remoto, y, al mismo tiempo, la Ley fundamental que percibió en dicho momento. Cuando una persona común busca esta Ley y la practica con fe, puede obtener de inmediato el fruto de la Budeidad.
El Daishonin nos dejó el Gohonzon, en el cual representó fielmente el estado de Budeidad que consolidó en su propia vida mediante Nam-myoho-renge-kyo, sin dejar de ser un hombre como todos. Con este Gohonzon como espejo, y con el Daishonin como modelo, podemos instantáneamente hacer surgir ese estado iluminado desde nuestro interior, con la profunda fe y la convicción de que nosotros, también, poseemos la Budeidad.

La enseñanza de causa y efecto en cada instante de la vida

En consecuencia, la causalidad suprema está contenida en la profunda y poderosa postura de fe de una persona común. Si tenemos la fortaleza en la fe necesaria para arrancar las ilusiones y atravesar la oscuridad fundamental, nuestra vida --en los nueve estados-- manifestará su naturaleza eterna (los nueve estados sin comienzo), y podremos desplegar el estado de Budeidad. Lo expresé al final de mi disertación anterior.
En “Sobre el principio místico de la verdadera causa”
[11], el Daishonin esclarece en pocas palabras la superioridad y la profundidad relativa de las diversas enseñanzas budistas basado en el principio de causa y efecto. Describe cuatro visiones sobre la causalidad; la más elevada es la “enseñanza sobre la causa y el efecto en cada instante de la vida”.[12]
Las enseñanzas provisionales, anteriores al Sutra del loto y expuestas como medios preparatorios, establecían una idea de la iluminación que abominaba de los deseos mundanos de los nueve estados y buscaba erradicarlos. Sostenían que sólo liberándonos de los nueve estados (causa) podíamos manifestar el estado de Budeidad (efecto). Como resultado de este enfoque, dice el Daishonin, constituían una “enseñanza de causa y efecto de naturaleza dispar”.
Por su parte, como la enseñanza teórica del Sutra del loto explica que los nueve estados y la Budeidad son inherentes a la vida, representa una “enseñanza de causa y efecto de naturaleza idéntica”.
Y, a su vez, la enseñanza esencial del Sutra del loto constituye una “enseñanza de causa y efecto de coexistencia eterna”, por esclarecer que, en el verdadero cuerpo del Buda, los nueve estados y el estado de Budeidad viven eternamente a través del pasado, presente y futuro.
En contraposición con estas doctrinas, la enseñanza distintiva y esencial del Daishonin --implícita en lo profundo del capítulo “Duración de la vida” (16°), que es Nam-myoho-renge-kyo de las Tres Grandes Leyes Secretas-- esclarece que tanto los nueve estados como la Budeidad están contenidos en la postura de fe de una persona común. También dice que, mediante la fe, uno puede manifestar el estado de Budeidad en su vida a cada instante, y lograr la iluminación con su propia forma física. Por eso se la llama “enseñanza de causa y efecto en cada instante de la vida”.
En el budismo del Daishonin, la clave está en nuestra actitud o disposición interior. Como dice el Daishonin: “El corazón es lo importante”.
[13]

Una identidad que encarne el propósito fundamental de la vida

Así como las ideas sobre la causalidad se van volviendo más profundas a medida que uno avanza en las cinco comparaciones, también se profundiza en la misma medida el significado del soberano, maestro y padre que todos los hombres deberían respetar.
Aunque en las escrituras no budistas, y en las religiones y filosofías de la China y de la India antiguas también hubo personajes dignos de respeto como soberanos, maestros y padres, las enseñanzas que estos dejaron no pudieron establecer una clara noción sobre la causalidad. En consecuencia, por mucho que ellos hayan sido respetados por simbolizar las virtudes del soberano, el maestro y el padre, por mucho que se haya puesto de relieve su omnipotencia o autoridad, no pudieron dar al pueblo un claro propósito hacia la vida; de tal forma, la gente cayó en la búsqueda ciega o en la obediencia pasiva a la autoridad.
A continuación, aun dentro del budismo, hay enseñanzas como las del Hinayana y el Mahayana provisional, cuya visión sobre el logro de la Budeidad y sobre la causalidad deplora los deseos mundanos de los nueve estados y busca extinguirlos. En tales enseñanzas, al Buda se lo venera como a un ser especial. Los adherentes a estas enseñanzas viven ya sea dándose por satisfechos con el pequeño objetivo de eliminar sus deseos mundanos (sería el caso del Hinayana), o construyendo una existencia de hueca ilusión, esperando ser rescatados por algún gran Buda salvador que sólo existe en un mundo ficticio (sería el caso del Mahayana provisional). Pero en ambos casos, se termina incurriendo en una forma pasiva de vivir.
El Sutra del loto, que es el Mahayana verdadero, revela la verdadera posesión mutua de los diez estados. Esclarece que los seres vivientes de los nueve estados también están dotados de la Budeidad (punto revelado en la enseñanza teórica) y que el Buda que realmente logró la iluminación en el remoto pasado también posee los nueve estados (punto revelado en la enseñanza esencial). Por ende, abre el camino para que los seres humanos vivamos una existencia pletórica de esperanza, conscientes de que podemos manifestar el estado supremo de la Budeidad desde nuestro interior.
No obstante, la descripción del Buda que alcanzó la iluminación en el remoto pasado se centra, primordialmente, en que él logró el efecto de la Budeidad en forma completa y perfecta. Por eso, hasta el día de hoy sigue siendo un mero objeto de idolatría y veneración para la gente, y no un ejemplo que podamos seguir, en nuestra propia búsqueda de una causalidad que nos permita lograr la Budeidad por nosotros mismos.
En cambio, en el budismo de Nichiren Daishonin, el Daishonin se muestra como ejemplo de persona común que llega a ser un buda mediante el poder de la fe o de su profunda determinación interior. Las luchas del Daishonin, su práctica altruista, sus juramentos, su valentía propia de un rey león --como detalla el Gosho--, nos muestran la determinación pura y absoluta, el espíritu necesario para que una persona común manifieste la Budeidad. Esto se ve claramente cuando dice: “Como, por ejemplo, Nichiren”,
[14] o “No tiene que ir muy lejos para encontrar un ejemplo”.[15]
Las cinco comparaciones --al esclarecer el principio máximo de causa y efecto-- representan una enseñanza que marca el rumbo más elevado para seguir mejorando siempre nuestra vida. En última instancia, es una doctrina que revela el supremo concepto de soberano, maestro y padre, ofreciéndolo como ejemplo máximo para que las personas comunes, en el Último Día de la Ley, logremos la Budeidad en esta existencia.
La apertura de los ojos proclama a todos los habitantes del Último Día que Nichiren Daishonin es el devoto del Sutra del loto, que sirve como modelo supremo de persona común que logra la iluminación. Por eso se dice que es un escrito donde se esclarece el objeto de devoción desde el punto de vista de la Persona.
(Continuará.)
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[1] Cinco grandes principios --nombre, esencial, cualidad, función y enseñanza--: Cinco perspectivas desde las cuales T’ien-t’ai interpreta el Sutra del loto en su tratado Profundo significado del “Sutra del loto”. “Nombre” se refiere al significado del título de un sutra. “Esencia” se aplica al principio supremo de un sutra. “Cualidad” indica las principales doctrinas de dicho sutra. “Función” es el beneficio y poder que posee, y “enseñanza” se refiere a la posición e influencia de un sutra con respecto a los demás.
[2] De Profundo significado del “Sutra del loto” (vols. 8 y 9), de T’ien-t’ai.
[3] Tres ascetas: Tres maestros religiosos que aparecieron antes de la época de Shakyamuni. Kapila, fundador de la escuela Samkhya, enseñó que las causas producen efectos. Ulula, fundador de la escuela Vaisheshika, expuso que las causas no producen efectos. Y Rishabha, fundador del jainismo, enseñó que las causas producen y no producen efectos.
[4] Por ejemplo, Confucio, fundador del confucianismo, dijo cosas como: “Si aún no conoces la vida, ¿cómo podrías conocer la muerte?”. [Analectas de Confucio, trad. al inglés por Simon Leys, Nueva York, W. W. Norton & Company, 1997, pág. 50.]
[5] Brahmanismo: Sistema de pensamiento que se desarrolló antes que el budismo, basado en los Vedas y en los comentarios sobre ellos.
[6] Seis escuelas filosóficas: Seis escuelas más prominentes de filosofía brahmánica en la antigua India: Sanmkhya, Yoga, Nyana, Vaisheshika, Mimamsa y Vedanta.
[7] The Writings of Nichiren Daishonin (WND), pág. 223.
[8] En La apertura de los ojos, el Daishonin dice para explicar las diferencias entre el Sutra del loto y todos los demás sutras: “En el caso del Sutra de la gran compilación, el Sutra de la sabiduría mayor, el Sutra de la luz dorada y el Sutra Amida, para poder censurar el ideal de los dos vehículos postulado en los diversos sutras del Hinayana, el Buda tuvo que describir las tierras puras de las diez direcciones, y de esa forma inspiró a la gente común y a los bodhisattvas a que depositaran en ellas su aspiración. Esto hizo que las personas de los dos vehículos se sintieran confundidas y enfadadas”. [Véase WND, pág. 231].
[9] El capítulo “Medios hábiles” del Sutra del loto explica que todos los budas aparecen en este mundo 1) para abrir el portal de la sabiduría de Buda a todos los seres vivos; 2) para mostrar la sabiduría de Buda a todos los seres vivos; 3) para hacer que todos los seres vivos tomen conciencia de la sabiduría de Buda y 4) para guiar a todos los seres vivos a que entren en el camino del Buda”. [Véase Sutra del loto, cap. 2, pág. 31]. A estas cuatro rezones se las conoce como “cuatro modalidades o aspectos de la sabiduría de Buda”.
[10] Primer nivel de seguridad: El primero de los diez niveles de seguridad, que corresponde al undécimo de los cincuenta y dos niveles de la práctica del bodhisattva. En dicho estadio, uno cultiva la aspiración a lograr la Budeidad. Se lo considera el punto a partir del cual los Bodhisattvas de la Tierra ya no retroceden en su práctica.
[11] Gosho zenshu, págs. 870-877.
[12] En “Sobre el principio místico de la verdadera causa”, el Daishonin escribe: “Las cuatro clases de enseñanza son las siguientes: La primera es la enseñanza de causa y efecto de naturaleza dispar. Se trata de una enseñanza provisional e introductoria. La segunda es la enseñanza de causa y efecto de naturaleza idéntica. Esta es la enseñanza teórica. La tercera es la enseñanza de causa y efecto de coexistencia eterna. Es la enseñanza esencial. La cuarta es la enseñanza de causa y efecto a cada instante de la vida. El volumen quinto de Gran concentración e introspección [de T’ien-t’ai] señala: ‘Si existe la menor traza de vida, ella contiene los tres mil aspectos’. Esto no es más que la transferencia de la esencia del Sutra del loto, la Ley mística, la enseñanza pura y perfecta del Último Día de la Ley”. [Véase Gosho zenshu, pág. 871].
[13] WND, págs. 949 y 1000.
[14] WND, pág. 302.
[15] Ib., pág. 614.

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